Indetectable y
poderosa, aunque sólo era un explorador subalterno, la nave descendió entre las
capas atmosféricas, dejó atrás las altas montañas que coronaban el valle y se
metió de lleno en el smog capitalino.
Ahí comenzaron
realmente sus problemas.
El computador de ruta y combate tosió –el
equivalente cibernético de una tos- y trató de advertir a sus cuatro
tripulantes que las cosas iban mal y podían ponerse peores.
Con una cabriola
extraña y que jamás habían hecho en la tenue atmósfera de su planeta de origen,
la nave descendió en un predio baldío a causa de los sismos del 85. Claro que
los cuatro tripulantes no lo sabían.
Después de
reponerse del encontronazo y volver a conectar su computador en huelga, los
cuatro descendieron con la típica agresividad
de los Linx –ese sería su equivalente de su nombre en español- y
cubriéndose mutuamente las espaldas con sus armas multipropósitos avanzaron
entre los escombros.
Cuando
aparecieron en la calle se encontraron al Roñas.
Eran lo
suficiente humanoides para poder pasar por personas un tanto extrañas, pero las
diferencias que podrían ser advertidas por cualquiera a la luz del día,
quedaban minimizadas en la noche por la poca iluminación de las calles de
Tepito, el smog capitalino y porque el Roñas
estaba en su estado natural, cruzado con cemento, mota y una buena dosis de
alcohol de teporocho.
El Roñas los saludó amablemente.
-¡Qui’ubas, joy,
chale, hijo, presta el traje!
Los extraños
intercambiaron rápidos pensamientos y contuvieron el deseo de lanzarle una
descarga de alcance medio.
–Saludos, hombre-
dijo uno de ellos con acento terrible, pero bastante bien si se toma en cuenta
que conocía el español por programas de televisión.
-¿Son gabachos?-
inquirió el roñas al advertir la coloración azul oscura de sus pieles.
-Venimos de muy
lejos y nos gustaría hablar con su líder- eso se decía en las películas que los
extraños habían visto.
-Y, ¿tienen sus
papeles por si vienen los agentes?
Los extraños
intercambiaron nuevamente pensamientos acerca de los papeles. Eso no aparecía
en el guión de las películas.
-No los tenemos,
hombre ¿podríamos conseguirlos?
-¡Ah,
indocumentados! -Exclamó el Roñas consciente
de su súbita importancia-. ¿Traen dólares?
Nuevo intercambio
de pensamientos.
-Traemos cosas
que podrían ser valiosas, pero quisiéramos hablar con su jefe.
-¿Mi jefe? No,
joy, el viejo se chispó hace tiempo… pero está mi jefa.
Así pues, el Roñas los llevó con su mamá. Después de abofetear a
su hijo hasta cansarse, doña Eréndira Felícitas se enfrentó con los
desconocidos. No entendió nada de lo que decían, pero como buena mexicana
tepiteña decidió que era bueno recibir a los extranjeros debidamente.
Así que mientras
el Roñas, ya un poco menos pasado y
deseoso de volver agarrar avión les hacía plática social, doña Eréndira
Felícitas comenzó a preparar la fiesta.
Los extraños,
ajenos a la plática del Roñas,
tomaron disimuladamente sus omnivacunas y siguieron intercambiando
pensamientos.
Será fácil –dijo uno-, son
muy primitivos. Analicé los componentes básicos de todo lo que está aquí y nada
puede dañarnos, añadió el segundo.
Ellos no saben –dijo otro- que
el organismo Linx es resistente a todo en mil planetas. La conquista será juego
de niños.
Una vez dominados –intervino el cuarto-, utilizaremos a esta raza primitiva como abono y su planeta como sitio
de descanso.
-¿Quieren una
chela? –interrumpió el Roñas.
Así fue como el Roñas y su mamá salvaron al mundo.
La nave por
supuesto, fue descubierta en el baldío al día siguiente. Estaba ahí quietecita,
con su computadora histérica lanzando frenéticas señales a sus dueños.
Ellos ya no
estaban ahí. La nave tampoco estuvo mucho tiempo. Nada puede quedar abandonado
mucho tiempo en Tepito.
Después de ser
deshuesada sus componentes fueron vendidos en el tianguis; ni la computadora
fue capaz de defenderse. Las ropas, equipos y armas de los cuatro Linx
siguieron el mismo camino, excepto el traje de uno que el Roñas lució hasta que cayó en pedazos.
Los Linx eran muy
resistentes pero nadie es capaz de aguantar los antojitos de Tepito, ni
siquiera los tepiteños. Además, el Roñas les
dio cerveza, cemento y mota… una combinación explosiva. Se desintegraron antes
de llegar al pulque y el alcohol de 96… ya no hacen extraterrestres como antes.
El planeta Tierra,
gracias al informe de la computadora, fue clasificado como altamente nocivo,
especialmente peligroso y los Linx se dedicaron a buscar presas más pacíficas.
El Roñas sigue hasta atrás y doña Eréndira
preguntándose a dónde se fueron los gabachos que su hijo llevó a casa y a los
que agasajó con los tacos, tamales y antojitos recalentados que no había
vendido aquel día.
En el sitio donde
descendió la nave y se salvó la Tierra no hay monumento alguno, salvo un
adefesio del programa de vivienda para damnificados.
México sigue
igual, sin que se sepa que salvó al mundo. Ni siquiera los héroes lo saben,
pero todos pueden dormir tranquilos… si los invasores vuelven, Tepito vigila…
Y, mientras
Tepito no sea potencia mundial, la Tierra está a salvo…
Muy buen cuentoo
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarhermoso cuento
ResponderBorrar🎤 mensage de voz : 1:37
ResponderBorrarXD?
BorrarQue aburrido cuento, ha no te creas ni lo he leído 💐
ResponderBorrarNo pues alguien que pase reseña de este cuento
ResponderBorrarTe paso la reseña
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