Imagina
que subes a un camión o algún transporte
colectivo al mediodía; la hora en la que el sol quema más. Te transportas por
una de las avenidas con más tráfico y te bajas en alguna de las calles del
centro. No importa si caminas por una banqueta ancha o estrecha, a esa hora
siempre está llena de gente caminando con rapidez de lo más variable. Si no te
imaginas a ti mismo sino conduciendo un coche la perspectiva es la misma; el tránsito
vehicular te lentifica.
Después, te estancas en el embotellamiento diario que se produce cerca de la zona escolar y ves a la marejada de niños que sale de cada una de las innumerables primarias. Quién sabe cuántas hay exactamente. Luego te das cuenta que todos ellos, dentro de no mucho tiempo, estarán en las calles caminando o en sus vehículos, ralentizando o agilizando a la ciudad y que tras ellos viene una generación aún más grande que pronto también estará en las calles y qué después….
En fin, concluido el tedioso paseo te dices que realmente somos muchos y que cada vez somos más; recuerdas cuando la ciudad no era tan grande y te preguntas cuánta gente más habrá de venir hasta que no haya el suficiente espacio para contenerlos en tu ciudad, en México o en donde sea que vivas. Porque es fácil ver que el espacio habitable se vuelve cada vez menor y que cada vez tenemos que invertir más trabajo en modificarlo para que vivan esas personas.
Esto sucede en todo el mundo, (a excepción, como dicen las estadísticas, de Europa) la población y su densidad crecen a un ritmo acelerado, constante sí, pero notablemente más rápido que en el resto de nuestra historia. Por decir algo concreto, mientras lees esto el mundo gana cuatro habitantes por segundo. En este dato ya se ha restado el número de personas que muere cada segundo del de las personas que nacen y por supuesto el balance es positivo. Cuatro personas que consumirán los recursos que necesiten y que les permita consumir su entorno, pero que también ayudaran a agotar ese otro recurso invaluable; el espacio.
Así, con
un contador de población que no deja de crecer, cualquier cuento de
ciencia ficción que hable de la sobrepoblación del mundo parece ser realista. En estos
cuentos se hace la pregunta terrible que a veces da miedo formular ¿qué haremos si se nos acaba el espacio? ¿Dónde viviremos y cómo? Puede
ser que el mundo se convierta en un solo e inmenso suburbio, gobernado por una
administración que discuta el tamaño de la dosis de comida para cada ciudadano
y también el área máxima que pueda habitar.
Puede que un hombre soltero sólo tenga derecho a unos 4 m cuadrados para vivir y que ese espacio se reduzca o aumente cada año según la bonanza de los
tiempos.
Para ilustrar esa posible pesadilla comparto esta vez el cuento Bilenio del escritor británico James Graham Ballard, que se ambienta en un tiempo donde es habitual que permanezcas hasta tres días en la entrada de un estadio intentando salir sin poder sentarte ni respirar. Pero aunque podamos situar esta pesadilla dentro de un par de siglos, seiscientos años o un milenio ¿qué es lo que realmente prevén los organismos expertos al respecto?
En el
caso de México, por ejemplo, el Instiruto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y el CONAPO presentan en sus proyecciones de población que nuestra población aumentará netamente un millón
y medio de personas por año y que este ritmo se mantendrá hasta el año 2050 cuando terminará nuestra transición demográfica. De la
misma forma, según la UE, la población mundial aumentará de aquí a 2300 y se
estabilizará en la cifra de 9,000 millones de habitantes dado que en esa época
acabará en el resto del mundo este mismo proceso. El dato
parece esperanzador pero hay que aclarar qué es la transición demográfica. Para
entenderla mejor, primero hay que explicar la causa del fenómeno:
Como se
sabe, la población mundial se mantenía en un valor promedio de cientos de miles o unos cuantos millones a lo largo de la historia hasta que en el siglo XIX algo preparó el salto hasta los
miles de millones actuales.Viéndolo a fondo, la regularidad de la población mundial se debía a que, como en la América Latina de hace un par de décadas, las familias
de todo el mundo tenían un promedio de seis hijos por pareja, sin embargo la
mortalidad infantil también mantuvo un promedio de cuatro niños por cada seis,
de esta forma, dado que sólo dos niños de cada familia llegaban a ser adultos,
esos mismos “sustituían” a sus padres en la gráfica y por tanto la población no
crecía.
Esto
cambió por un fenómeno bien conocido; a partir del siglo XIX las condiciones
higiénicas y nutricionales de la gente comenzaron a mejorar realmente y esto
implicó que la mortalidad infantil descendiera. Del promedio de seis niños por
pareja en todo el mundo ahora llegaban a la adultez cuatro, es decir, el doble de los siglos anteriores. De ahí se produjo la explosión demográfica.
La
primera región de la tierra en observar este fenómeno fue Europa de manera que
ahí la gente comenzó a considerar innecesario tener tal cantidad de hijos y por
tanto empezaron primero a reducir el tamaño de su prole. Para no
entrar en más detalles, esto produce gradualmente que aunque las condiciones de
vida sigan mejorando, el número de hijos por pareja se estabilice más o menos
en dos por pareja y la población vuelva a ese estado en el que ni crece ni
disminuye; sólo se avejenta.
Así pues,
ese período comprendido entre la repentina explosión demográfica debida al incremento
de la salud pública y la reducción a dos hijos o menos por familia que produce
la estabilidad de población es lo que se conoce como “transición demográfica”. En casi
todas las regiones del mundo ésta ya ha entrado en su última etapa, de modo que
la estadística dice que será África la última en terminarla y que eso sucederá
en 2300.
Parece
que después de eso hay tres futuros posibles; que la población humana se
mantenga en 9,000 millones durante años y años; la segunda es que al llegar a 2300 empiece a
disminuir y que la humanidad acabe por inanición o la más terrible de todas
pero al parecer la más improbable; que el número de hijos no disminuya y que
por tanto la población continúe con su ritmo inconmensurable. Sea como
sea, si es verdad que seremos tal cantidad de personas en 2300, considerando
que la tierra habitable es de un área de 100 millones de Km cuadrados entonces la densidad
poblacional sería de 81 personas por kilómetro cuadrado, esto claro, si estuviéramos distribuidos
uniformemente, lo cual es equivalente a la densidad de Egipto o Bosnia en 2011
Pero ¿qué piensas tú que pueda pasar? Te dejo imaginarlo y para ello te dejo el cuento Bilenio de J.G. Ballard.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario