El cinco de junio
es desde hace un año una fecha especial para recordar; este mismo día en 2012,
murió Ray Douglas Bradbury -sin el Douglas, para los cuates-. El genial
escritor estadounidense nació en 1920 en Waukegan, Illinois. Empezó a escribir
desde temprana edad y en 1947, a sus veintiséis años, publicó su primer libro: Dark Carnival.
Excelente cuentista, su obra es amplísima; ya que escribió toda clase de cuentos no se le puede encasillar a un género en específico. Se dice que Bradbury escribía al menos mil palabras diariamente, cosa que no es difícil de creer si se ha leído por lo menos uno de sus libros. Una de las características más impresionantes de su literatura es su variedad enorme de argumentos, escenarios y temas.
En un solo libro que él mismo haya antologado se puede ver este vaivén tan poco común entre historias completamente distintas. Por ejemplo, en El signo del gato,nos cuenta una historia sobre una mujer negra que espera al hombre de quien ella fue nana hace mucho tiempo sin saber si llegará o no, luego leemos otro cuento sobre cómo la ex esposa de un escritor hemofílico intenta acabar con él porque ha dicho demasiado. Después, entre varios otros cuentos, leemos cómo han aparecido algunas obras de Clemente Velasco, Siqueiros y otros muralistas mexicanos bajo un túnel de las avenidas de San Fransisco.
Estos cuentos, por supuesto, tienen características en común, una de las cuales es el dinamismo con que te adentran de inmediato en la situación y luego te dejan, al final del cuento, con ese estremecimiento único de los buenos cuentistas. De esta forma te llenas sin darte cuenta de la ingenua esperanza de una familia que ha encontrado una granja abandonada en La guadaña, o del terror gradual de unos padres ante su bebé en El pequeño asesino.
Estos dos últimos cuentos aparecen en uno de sus libros más bellos y menos conocidos El país de octubre. Quiero hablar un poco sobre este libro porque es especial, de hecho en la introducción Bradbury nos informa que en él están contenidos relatos un tanto diferentes a los que escribiría después. En efecto, todos estos cuentos, algunos de los cuales formaron parte de su primer libro, tienen un toque que revela la magia del escritor que halló un estilo nuevo y que habla por primera vez como él quiere del mundo en sus ojos. Uno de los cuentos más importantes de esta recopilación es El siguiente en la fila que habla sobre las vacaciones de una pareja estadounidense en un pueblo mexicano, una comunidad guanajuatense tal vez, donde el cementerio es una sala enorme donde hay decenas de momias apiladas en las paredes.
Ciertamente Ray Bradbury sentía un encanto especial por México y su cultura, este país “que habitan gentes de otoño, que sólo tienen pensamientos otoñales. Gentes que pasan por las aceras desiertas con un sonido de lluvia…”
Les
dejo en esta ocasión un cuento apropiado para este blog y para esta fecha; un
cuento de ciencia ficción con uno de sus temas recurrentes; la melancolía del fin del
mundo. El cuento se llama Bordado. Dejo este relato con la esperanza de que cause en ustedes alguna de las dos reacciones que siempre me causa un cuento de Ray Douglas Bradbury; la piel
chinita o el enmudecimiento.
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