Brujerías de Terry Pratchett tiene todo el
drama y el humor de una buena obra de teatro: Durante una noche tormentosa y
terrible, el rey de Lancre es asesinado por el duque, su hombre más cercano. Su
fantasma deberá vagar por el castillo hasta cumplir su destino. Antes de que le
pase algo, alguien logra rescatar al príncipe, que apenas es un bebé, sacándolo del castillo. El infante acaba en las manos de tres
brujas que buscarán la manera de ponerlo a salvo y de cuidarlo cuando crezca y
se entere de su pasado...
La trama se desarrolla en el reino de Lancre, en las faldas
de las Montañas del Carnero, un lugar lleno de magia donde viven Tata Ogg -una
bruja con una amplia progenie más dispuesta a hacer fiestas que magia-, Yaya
Ceravieja -una anciana de carácter imponente- y Magrat Ajostiernos –una joven bruja
romántica que se mortifica porque las más ancianas no hacen magia como dice en
los libros. En ese ambiente las brujas se enfrentan a un tipo de magia
desconcertante y humano: el del teatro.
En el fragmento que dejo aquí las tres brujas van por primera vez a la carpa de un teatro improvisado, su plan es dejar al bebé con la compañía ambulante que pasa en ese momento por el reino. No sospechan de qué forma aprovechará el príncipe en su nueva vida el don que le dieron para protegerlo: el de ser siempre quien cree ser
Con la sencillez y el humor que hace tan amena la narrativa del autor británico, se explora un tema de la fantasía
contemporánea: el de la magia de las palabras y del discurso. Wyrd
sisters es el título original de la novela, publicada en Londres en 1988. En 1999 Plaza & Janés la tradujo al español.
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