A la parte más alta de su casa sube cada noche el astronauta, que allí, puntual, le aguarda su asteroide. Alfredo Castañeda
jueves, 28 de mayo de 2015
La Ciencia por Gusto: ¡Ahí vienen los cyborgs!
La Ciencia por Gusto: ¡Ahí vienen los cyborgs!: Por Martín Bonfil Olivera Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM Publicado en Milenio Diario , 27 de mayo de 2015 Cua...
viernes, 15 de mayo de 2015
¡Terror en la facultad!
Esta es una ocasión especial para Luz para un androide. Es la primera vez que un autor nos permite compartir su obra. Se trata de un amigo, Dante Pérez, y para caracterizar su relato diremos que es un experimento dentro del cuento breve de terror.
Su tema es lo siniestro en la academia, alguien ha descubierto algo que no debería haber descubierto. El protagonista es Albertóteles, todo un personaje del imaginario de nuestro grupo, del que sabremos más en una próxima colaboración. Siempre hay un aire de miedo en las facultades, pero ¿a qué debemos temer realmente?
Aquí esta el link para el cuento, que no tiene título ¡No olvides compartir en redes sociales!
Su tema es lo siniestro en la academia, alguien ha descubierto algo que no debería haber descubierto. El protagonista es Albertóteles, todo un personaje del imaginario de nuestro grupo, del que sabremos más en una próxima colaboración. Siempre hay un aire de miedo en las facultades, pero ¿a qué debemos temer realmente?
Aquí esta el link para el cuento, que no tiene título ¡No olvides compartir en redes sociales!
Un cuento breve de terror de Dante Pérez
Albertóteles estaba estupefacto. Su
más joven estudiante había resuelto, en cuestión de segundos, el problema que
durante quince años no lo había dejado dormir. La sola idea le dejaba un
terrible sabor de boca. Peor era descubrir en sus brillantes y pequeños ojos esa
mirada de inocencia a la espera de las palabras de su mentor, quizá de
felicitación, tal vez un agradecimiento y lágrimas.
Sí, Evelyn en efecto lo imaginaba.
Fantaseaba silenciosamente dentro de su psiquis divagante y casi palpaba la
recompensa por sus esfuerzos. Por supuesto que sería ascendida de inmediato,
como sospechaban sus compañeros, pero ella veía más allá, sus ambiciones le
impedían conformarse con algo tan mundano. Inmersa en sus fantasías, no se percató del largo tiempo que transcurrió en silencio,
inmóviles ambos, ambos haciendo mil predicciones sobre sus futuros.
Obviamente esto no podía ser. Desde
pequeño sus ataques de ansiedad hacían que el rostro se le tornara rojo y que esa
vena cerca de su sien palpara con violencia. Para que Albertóteles se calmara, era
preciso que su tía lo abrazase con fuerza, lo peinase delicadamente con sus dedos,
y le comprase una paleta helada de naranja, su favorita, jamás menos de quince
minutos de apapacho después. Lamentablemente esto no era posible desde que ingresó a la preparatoria, sus compañeros nunca hubieran dejado de burlarse de él. También tuvo que ver el accidente automovilístico del noventa y seis dado que ahí murió Irma, su tía.
Su pulso se aceleraba y los
recuerdos inundaron su mente mientras el calor se elevaba a su rostro. La
presión lo abrumaba y no podía creer las tenebrosas soluciones que ideó para su
predicamento. –Debajo de la tierra no podrá hablar- pensó con terrible tono
cínico. Al borde del colapso recordó el contenido de su cajonera inferior
izquierda. A sólo unos pasos se hallaba la oportunidad. Era temprano y la
facultad aún estaba en su mayor parte vacía, incluso podía pagarle a los conserjes, pero era preciso tomarla por sorpresa, para que no tuviera tiempo de
gritar.
-¡Evelyn, querida! Me invade una
indescriptible sensación la noticia de tus descubrimientos, sin duda sacudirán
a la comunidad científica, tomarás por asalto el podio de la academia. Te
aseguro que te hará falta aliento para responder al inminente caudal de galardones y felicitaciones- le dijo
mientras caminaba hacia su escritorio.
Los ojos de Evelyn casi perdieron su
brillo, como quien es interrumpido a la mitad de su película favorita. Lanzó
una mirada condescendiente a su profesor sin sospechar nada, ansiosa por acabar
con esto y continuar el proceso que le llevaría a la fama. Era difícil evitar
fantasear de nuevo.
-A la luz de tan brillantes
descubrimientos y de su indudable ascenso a la fama –prosiguió Albertóteles- me
gustaría compartir con usted aquello que me ha acompañado toda mi carrera.
Considérelo un obsequio-. Ceremoniosamente abrió la cerradura
del cajón que dio la impresión de llevar
siglos intacto. De su interior extrajo una caja y con ademanes pidió a Evelyn
que se acercara y tomara asiento del lado opuesto de la mesa. Ella aceptó
ilusa y tomó la caja entre sus manos.
Evelyn no tuvo idea de lo que le
esperaba hasta instantes después de abrirla. Sus ojos abiertos de par en par y
sus labios incapaces de enunciar palabra alguna evidenciaron el terror
relampagueante que se apoderó de su cuerpo. El pánico petrificó sus músculos y
la grotesca escena impidió cualquier instinto de autoconservación.
-Verá, querida Evelyn,
lamentablemente no es usted la primera en poner en riesgo mi carrera, y como
podrá darse cuenta tuve la necesidad de lidiar con estos de una u otra forma,
pero me pareció justo no dejar su memoria desvanecer por completo –miró con
severidad a la aún paralizada mujer y continuó- Tristemente no recibirá usted
ningún galardón o premio a donde va. Dentro de ese espacio frío lo único que le
quedará es el recuerdo de sus sentidos, todo por no saber usarlos con
prudencia. Verá, a donde va, nadie distingue el llanto, ya nadie escucha el
terror-.
Al pronunciar estas palabras la tez
de Evelyn palideció y sus cuencas vacías la introdujeron a una penumbra
absorbente, sin poder gritar pues su lengua no era parte de su cuerpo ya.
jueves, 14 de mayo de 2015
MICROFICCIONES: A Marte siempre
MICROFICCIONES: A Marte siempre: La órbita de la cápsula era la adecuada. Todos los preparativos estaban listos y los ajustes se habían llevado a cabo a la perfección. Raú...
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